El país tiene ventajas y recursos excepcionales para este desafío, y podría llegar a 2050 con un gran porcentaje de participación de energías limpias en su matriz. Sin embargo, debe incorporar tecnología, profesionalizar recursos humanos y aprovechar la oportunidad
La Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático lo define como los cambios en el clima directa o indirectamente atribuibles a la actividad humana, principalmente a la quema de combustibles fósiles, que alteran la composición de la atmósfera.
Para reducir el impacto de la contaminación en el ambiente, el hidrógeno -desde hace tiempo- aparece como una potencial alternativa a los combustibles fósiles, ya que su combustión no produce gases de efecto invernadero. Actualmente, para obtener hidrógeno son necesarios procedimientos que consumen energía y generan contaminación. Sin embargo, otra forma de obtenerlo es descomponiendo una molécula de agua, para separar hidrógeno de oxígeno, mediante electrólisis.
Si esto lo hacemos con energía eléctrica generada a partir de recursos renovables, se está produciendo un recurso energético potente desde una fuente totalmente sustentable, con cero contaminación. Pensemos en este círculo energético virtuoso, 100% verde e inocuo para el medio ambiente, e imaginemos dándole escala: con electricidad de fuente renovable, limpia y eficiente, obtenemos hidrógeno. Y, a la vez, con ese hidrógeno se produce electricidad.
Para encarar el desafío que significa producir hidrógeno verde, Argentina cuenta con ventajas y recursos excepcionales para poner en marcha la generación de esta fuente de energía limpia y sustentable. Un ejemplo relevante y de relación directa es Vaca Muerta, situada en la cuenca neuquina (provincias de Neuquén, Río Negro, La Pampa y Mendoza) contiene gas y petróleo, en una extensión de 30.000 kilómetros cuadrados. Recordemos que actualmente el mayor porcentaje de producción de hidrógeno se concentra en la utilización de fuentes de energía fósiles: gas natural y petróleo
De los, aproximadamente, siete parques eólicos operativos en Argentina, cuatro se encuentran en la misma cuenca que Vaca Muerta: La Banderita, en La Pampa; Vientos Neuquinos, en Neuquén; Pomona I, en Rio Negro; El Sosneado, en Mendoza. Por esto, probablemente, Río Negro y la región sean vistos con el potencial necesario para encarar exitosamente este desafío tan necesario y transformador.
En ese marco, durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático realizada en Glasgow, una empresa australiana -Fortescue- anunció la inversión de 8.400 millones de dólares para desarrollar hidrógeno verde en Argentina.
Río Negro, además, tiene un firme compromiso con el desarrollo de proyectos de este tipo. Tal es así que cuenta con un su Plan Estratégico de Hidrógeno Verde. El mismo propicia: “la generación de nuevos vectores energéticos basados en fuentes de energías renovables y su aplicación a través del desarrollo científico y técnico como es el hidrógeno verde en toda su cadena productiva”.
Hoy, cuando hablamos de hidrógeno verde, no solo lo hacemos en referencia a la urgencia en términos de acción climática. Si bien la transición energética nos obliga a repensar cómo vamos a obtener recursos, cómo los vamos a transformar y cómo los vamos a usar para cumplir con las metas que el mundo se está proponiendo en términos de emisiones; la apuesta al hidrógeno verde tiene otras aristas muy atractivas para el país.
La inversión anunciada es extremadamente ambiciosa, con impacto positivo en términos sociales, ambientales y económicos, dado que este tipo de proyectos son muy dinamizadores para el desarrollo de nuestro país. Al profundizar las acciones para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, aspiramos a llegar a 2050 con un gran porcentaje de participación de energías limpias en nuestra matriz. Es un proceso que lleva tiempo, pero estamos bien posicionados y en marcha. Tenemos una ley nacional de promoción del hidrógeno, contamos con regiones con alta prevalencia del viento y, a su vez, Río Negro ya cuenta con su Plan Estratégico y de Desarrollo.
Ahora bien, debemos incorporar tecnología, profesionalizar recursos humanos y aprovechar la oportunidad que significa un proyecto como el anunciado en Glasgow. Este tipo de inversiones producen un triple impacto: son claves a nivel ambiental para cumplir metas de carbono-neutralidad; a nivel social para buscar promover y desarrollar nuevas competencias, hacer crecer y promover el capital humano y fomentar espacios de desarrollo; y en términos económicos impacta en la creación de empleo, en la inversión local, regional y la diversificación productiva entre otros.
Frente al cambio climático cada país, desde su lugar y con los recursos que cuenta, está concretando avances. Del mismo modo Argentina, con una geografía y recursos que abrazan y potencian el desarrollo de las energías renovables; a la vez que permiten tanto escalar como desarrollar grandes competencias para desafíos tan significativos -para la región y el mundo- como la producción a escala de hidrógeno verde.
*Especialista en energías renovables y arquitectura sustentable
Nota original: BAE Negocios